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Nuestros océanos, una prioridad

Este verano, la UE ha batido su propio récord de superficie arrasada por los incendios forestales, con más de 650.000 hectáreas quemadas en lo que va de año. Muchos países europeos han sufrido las temperaturas más altas jamás alcanzadas desde que hay registros históricos, debido a las continuas olas de calor extremo, y las aguas del Mar Mediterráneo han superado los 30º de temperatura este verano, lo que supone unos cinco grados más que la media de años anteriores.


Estos episodios meteorológicos, que serán la normalidad y no la excepción si continuamos en el escenario de inmovilismo que los grupos políticos conservadores defienden, derivan en fuertes precipitaciones que dan lugar a graves inundaciones como las vividas el año pasado en Bélgica y Alemania o este año en el sur de Italia, y convertirán, en no muchas décadas, a Europa en un continente con una gran superficie desertificada. El Observatorio Europeo de la Sequía ha calculado que el 45% del territorio de la UE estaba bajo alerta de sequía a mediados de julio, con múltiples municipios sufriendo cortes en el suministro de agua.


Todo esto ha tenido y tiene un efecto devastador en los ecosistemas y en nuestra naturaleza, en nuestra salud y seguridad alimentaria; y cada vez disponemos de menos tiempo para reaccionar y revertir el proceso.


La comunidad internacional más comprometida, liderada en la mayor parte de las ocasiones por la Unión Europea, con el respaldo y empuje de la comunidad científica y de los activistas, propone, diseña, desarrolla y negocia instrumentos e iniciativas para contener y evitar un fatal desenlace. Estos días se está ultimando la redacción de un nuevo tratado internacional para preservar y proteger la diversidad biológica del mar. En diciembre, además, contaremos con un nuevo acuerdo global por la naturaleza y ya se están dando los primeros pasos para un acuerdo mundial sobre la contaminación por plásticos.


La UE, como región líder en materia climática y medioambiental, también está trabajando para que nuestras tierras y océanos estén protegidos. Contamos con un Pacto Verde Europeo para convertir a Europa en un continente climáticamente neutro en 2050 y con una Ley del Clima pionera; contamos con una nueva Estrategia de Biodiversidad que prevé múltiples iniciativas para ampliar nuestros espacios marinos y terrestres protegidos; con una nueva Estrategia forestal que dota a nuestros bosques de la protección que merecen; con una estrategia para hacer nuestros sistemas alimentarios más resilientes y sostenibles; con un plan de contaminación cero para nuestro aire, agua y suelo; y pronto empezaremos las negociaciones sobre una Ley de Restauración de la Naturaleza, cuya propuesta fue presentada por la Comisión Europea el 22 de junio pasado.


Este nuevo Reglamento de Restauración de la Naturaleza, cuyas negociaciones lideraré en el Parlamento Europeo como ponente del texto, es de suma importancia para devolver su funcionalidad a los ecosistemas y con ello garantizar los imprescindibles servicios ecosistémicos que nos regala la naturaleza y que garantizan que podamos vivir en este planeta de la forma en que lo hacemos.


Espero que la amplia concienciación sobre esta problemática tan grave se mantenga durante el resto del año y no sea solo algo pasajero. Toda la alarma y alerta que en la temporada estival están provocando las consecuencias cada vez más extremas del cambio climático no pueden olvidarse en otoño cuando tengamos sobre la mesa distintas soluciones para restaurar las miles de hectáreas quemadas o recuperar los hábitats y especies que están desapareciendo y que conllevarán obligaciones y sacrificios que muchos no estarán dispuestos a asumir. Espero y deseo que cuando tengamos que negociar objetivos de restauración para ecosistemas agrícolas, forestales y marinos, esta concienciación no se haya convertido en una suerte de amnesia política.


Igualmente, espero que los grupos políticos más conservadores y acérrimos defensores del cortoplacismo tengan en cuenta lo vivido y sufrido estos últimos meses cuando tengan que tomar decisiones y negociar nuevas propuestas para aportar soluciones que protejan nuestras tierras y mares, o cuando haya que implementar las medidas de las nuevas estrategias de biodiversidad y forestal. Esta última está, desafortunadamente, siendo muy contestada por quienes sólo ven en los bosques una unidad productiva y no perciben la necesidad de proteger los para que continúen absorbiendo y almacenando carbono, purificando nuestras aguas y el aire, regulando la temperatura o evitando la erosión y los deslizamientos de tierras.


La protección y restauración de la naturaleza es la única solución posible para que seamos más resilientes al cambio climático, a los desastres naturales y a los impactos severos del cambio climático, y la única solución que asegura una prosperidad medioambiental, social y económica a medio y largo plazo. Por todo esto, las políticas para proteger y restaurar la naturaleza y los océanos deben constituir una prioridad permanente. Tenemos la oportunidad de aprender la lección aprobando un Reglamento de Restauración de la Naturaleza exigente y ambicioso.


Artículo disponible en www.diariosur.es.

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