En su último libro (Ideas y poder. 30 biografías del siglo XX), Juan Pablo Fusi recoge las palabras que el canciller de la República Federal de Alemania Konrad Adenauer escribió en sus Memorias hace hoy 70 años: «El 9 de mayo de 1950 fue el día más hermoso de mi vida».
Aquel día, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman, había hecho pública la Declaración que lleva su nombre, la cual había sido redactada a su vez por Jean Monnet.
La Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) estaba en marcha, y con ella la idea más poderosa nacida en Europa en las eras moderna y contemporánea: la unidad federal del continente, desde la diversidad nacional como base, para avanzar en un proyecto de integración comunitaria.
Pasadas siete décadas y algunas generaciones de europeos después, nos encontramos de nuevo ante otro punto de inflexión en ese proceso de construcción social y política que es la Unión Europea.
Tras las últimas elecciones, pronto se cumplirá un año, la UE se encaminaba hacia la adopción, otra vez, de un papel de liderazgo (a través del ejemplo y del compromiso) global ante un mundo multipolar que comparte desafíos comunes bien identificados: la crisis climática, la revolución digital, las desigualdades sociales y las migraciones, por ejemplo. Casi recuperados del todo del impacto de la Gran Recesión de 2008 y de su mala gestión, la Unión se disponía a 'empezar de nuevo', asumiendo el papel que debe tener en el mundo y ante los problemas más acuciantes.
Hasta la explosión de la pandemia del COVID-19 a principios de año, el trabajo estaba encaminado, con dificultades, pero lo estaba: nuevas prioridades y transformación de los antiguos paradigmas en nuevos retos: la evolución hacia una nueva economía verde y sostenible fijando una reducción muy alta de los gases con efecto invernadero, manteniendo a la vez las políticas de cohesión social y territorial y las ayudas agrícolas y ganaderas dentro de la PAC. El camino estaba trazado.
La crisis sanitaria mundial ha obligado a congelar las relaciones sociales y la economía en seco. Era la única forma de interrumpir una secuencia de contagio galopante. Con la cuarentena, la crisis sanitaria ha evolucionado hacia una crisis económica y social y, por ende, nos ha conducido a un nuevo debate en el seno del proyecto europeo que contiene muchos elementos similares, si no idénticos, a los que ya afrontaron Adenauer, Schuman y Monnet hace ahora 70 años. [...]
Tras una primera reacción desalentadora, el Consejo y la Comisión, empujados por el Parlamento y por algunos Gobiernos nacionales como el español, han puesto en marcha el Fondo de Reconstrucción (propuesto por el presidente Pedro Sánchez), y el debate sobre el alcance de la solidaridad (ayuda transferida, ayuda prestada o mezcla de ambas) centrará ahora las discusiones y los trabajos. Pero de fondo, habrá triunfado la primera Europa, la original, la de la unidad en la diversidad para la solidaridad, la de los ciudadanos, la social.
Hoy no es el día más feliz de nuestras vidas, como lo fue para Adenauer aquel 9 de mayo de 1950, pero sin embargo sí es un día para la esperanza, la que da saber que la UE sigue en marcha, con problemas y dificultades, pero en marcha.
Y es que, después de todo, la UE debe ser y convertirse en algo mejor, pero seamos conscientes también de que no existe alternativa ninguna a la Unión. Y eso es lo que hemos aprendido 70 años después. Feliz Día de Europa, queridos lectores.
Artículo disponible en www.larioja.com