La importancia de un debate

Esta semana tuvo lugar el primer debate sobre el estado de la Unión de la era von der Leyen. Instaurado por su predecesor en el cargo, José Manuel Durão Barroso, hace diez años, el debate sobre el estado de la UE ante el Parlamento Europeo representa en sí mismo un ejercicio democrático. Por un lado, supone una ocasión clave para hacer balance y rendir las cuentas de la Comisión Europea ante los parlamentarios. Por otro lado, pone a prueba la sintonía y posible apoyo a los planes del Ejecutivo comunitario por parte de la Eurocámara, representante de la ciudadanía europea.


En este sentido, el debate sobre el estado de la Unión, ha dejado claro que, en 2020, el Parlamento no solo no va a remolque de las propuestas de la Comisión, sino que, de hecho, tira de ella en muchos aspectos. No por nada la Presidenta von der Leyen alcanzó su puesto tras intensas negociaciones entre los grupos parlamentarios y, por supuesto, tras haber adquirido como propios muchos de los compromisos de esta casa, la de los socialdemócratas europeos. Es gracias a esta buena costumbre europea del compromiso que podemos explicar las propuestas anunciadas el miércoles por la Presidenta sobre el salario mínimo, la unión de la salud o el incremento de los objetivos de reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero.


Estos planes son más necesarios que nunca y desvelan una ambición a la altura de las circunstancias. Porque no debemos engañarnos: el contexto es malo y el estado de la Unión también. La crisis sanitaria, económica y social sin precedentes en las que estamos inmersos se han desatado en medio de la tormenta climática y política que ya teníamos. El calentamiento global prosigue, como el Brexit, aunque este ahora atraviesa un nuevo bache. Las negociaciones no solo no avanzan al ritmo que deberían, sino que, además, el Gobierno de Johnson pretende hacer un “donde dije digo, digo Diego” con el tratado internacional que firmó hace apenas unos meses. Y sin que el premier se despeine... Sin embargo, no todo son malas noticias. El discurso de la Presidenta von der Leyen y el trascurso de los últimos meses demuestran que hay motivos para la esperanza.


Primero porque, por fin, la Comisión reclama para sí competencias en salud. Esta idea, una “minirrevolución” institucional en tanto en cuanto supone una modificación de los tratados, es algo que venimos persiguiendo los socialdemócratas desde el principio de la pandemia. Sin una Unión Europea de la Salud, no podemos contemplar con seriedad una política coordinada sanitaria entre los Estados Miembros, con pruebas de estrés, tratamientos transfronterizos de pacientes o inversión en equipamiento sanitario.


Segundo, porque el Pacto Verde Europeo, la gran apuesta de la Comisión junto con la Europa Digital, no solo no se debilita, sino que, al contrario, se refuerza. Para alivio de muchos, la presidenta de la Comisión mantuvo inalterado su compromiso de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050. Es más, propuso incrementar los objetivos de reducción de emisiones para 2030 del 40% actual a al menos el 55%. Como ejemplo práctico y reciente, baste decir que precisamente la semana anterior se aprobó en la Comisión de Medioambiente del Parlamento un objetivo del 60% para el mismo plazo.


Tercero, porque esa estrategia digital de la que hablaba, la otra cara de la moneda verde, también salió reforzada, concretamente con tres grandes propuestas. Por un lado, con la creación de una nube digital europea que permita el almacenamiento y uso eficiente y seguro de los datos colectivos (desde industrias hasta sanidad). Por otro lado, con la creación de una nueva identidad digital que permita a los ciudadanos de los 27 acceder de forma segura a cualquier web o aplicación en el territorio europeo. El trío se completó con una inversión anunciada de billones de euros en alta tecnología producida en Europa.


Y cuarto, porque la presidenta se mostró firme en la defensa del estado de derecho y de las minorías, afirmando con rotundidad tanto que "las zonas libres de ideología LGTBI no tienen cabida en la Unión Europea" como que "el odio es odio y nadie tiene que soportarlo". Sin citarlos, von der Leyen puso todo el foco en Polonia y Hungría, los dos socios que ahora mismo están jugando la carta del todo o nada con el Plan de Recuperación de la UE que este Parlamento Europeo pretende, como el Consejo y la Comisión, vincular al respeto y cumplimiento al estado de derecho.


Así que, en definitiva, no vivimos nuestros mejores tiempos, cierto es, pero la incertidumbre no es sinónimo de catastrofismo. Las cosas pueden salir bien y estas son algunas muestras de que hay motivos para creerlo así. Además, el Plan de Recuperación de la UE puede y debe ser el acicate definitivo para lograr la transformación de Europa (y particularmente la de España), en un continente moderno, limpio, sostenible y resiliente. y también la producción, tratamiento y administración de la vacuna contra la covid19 puede coordinarse y lograr marcar un antes y un después en esta crisis planetaria.


Muy importantes son las decisiones y la determinación para llevarlas a cabo, pero hoy destaco la importancia de la deliberación en el seno de las instituciones, la importancia del debate.


Artículo disponible en www.larioja.com.

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